sábado, 9 de junio de 2012

DIEZ HORAS


Del lecho me levanto.

El horizonte gris del edificio
que del Sol oculta su armonía
dicta que me encamine hacia el trabajo.

 Diez horas, diez.
Ocho ordinarias
y otras dos que sufragan mis plegarias.

 Estas son:
De mi hijo, el instrumento
que sin él
su artística faceta, sufriría.

 Y no tan importante pero urgente
el medio que uso, de transporte,
que a la vista está,
que una avería, impide su disfrute
pertinente.

 Diez horas, diez.
siempre al suelo mirando
sea de mármol, de madera o terrazo
sacando brillo después de haber fregado.

Al final de la jornada
nuevamente
el edificio gris que refería
vuelve a estar en su sitio
como siempre
en el lugar que es mi punto de mira


Cómo olvidar el olor de la patera
o el brillo de los ojos del que era
hermano de mi sangre, sin estela
en el mar que lo acoge
cual si fuera sirena

 Así anochece,
soñando que algún día
en la sabana de mi África querida
vuelva a ver el sol cuando amanece
sin que el cemento lo oculte de mi vista





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