Es viernes.
El “viernes del obrero”.
¿Y por qué digo esto?
es claro, porque en ciernesestaba – ya hace tiempo,
van para treinta siete,
los años que recuerdo-
dirimía en mi puesto
que... “cuando se pudiese”
sería conveniente,
parar –con fundamento-
el sábado (en invierno).
De esta forma vivía,
trabajando seis díasy... una noche tenía
de fiesta, por semana.
Opté, de buena gana
en plantarle la cara
a aquel que decidía.
Comenté a Don Alfredo:
“No es que esto sea nuevo.
Pero aquí... los obreros...
pensamos que el trabajo,
del sábado... es sobrero.
... Que estaríamos dispuestos...
¡cómo reconocerlo!
del sábado, ese tiempo,
pasarlo a entresemana”
Así cada mañana,
alzamos la persiana
-con inmensa alegría-
trabajando con ganas,
esperando a que el viernes
sea fin de semana.
Conseguido el recreo
quedaba por llenarel frasco de deseos.
Alguno pensará
que eran “otros tiempos”Creo estar en lo cierto,
si digo que la “maña”
superó a la “artimaña”
No lo voy a negar
que conquistas logramosque hubo que pelear.
Estas no son patrañas.
Cuando toque, -con saña-
las he de enumerar.
Esta vez se trataba
de escribir mi recuerdode como rescatamos:
-en invierno y verano-
el “viernes del obrero”.
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