jueves, 29 de agosto de 2013

EL MILAGRO


Cualquiera en mi lugar, gracias daría
si, como a mí, le ocurre que despierta
y donde había una mujer de ochenta
hay una de cuarenta aún dormida.

Y ya no digo mil, sino un millón podría
dar al mirar y verse reflejado
y descubrir que son también cuarenta
los años del que estaba a su lado.

Incluso el más incrédulo diría
que, a falta de su estudio, es un milagro.

Pero se mecen mis gónadas de ochenta,
sintiendo que el milagro las ha hinchado.

El hecho certifica que al pellejo
no le ha sentado bien el retroceso.

Y así, lo que en principio era regalo
comienza a destapar un lado amargo.

Pues que mi libertad ya recortada,
se hermana en sanidad y educación
y son cuarenta años olvidados,
que al capital habíamos arrancado,
perdidos con tan mísero milagro.

Que no cambio cuarenta bien vividos
por otros que, aunque nuevos, son de esclavos.
 
Espero que algún día uno de veinte
o como mucho que a treinta haya llegado
exprese con los hechos lo que siento:

“Me levanté y alcé mi puño en alto...”

¡Harto ya de aguantar descerebrados!

 

 

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