martes, 11 de junio de 2013

ENSAIMADA


Estaba ensimismada, la ensaimada.
Barruntaba que la vida terminaba.

El vaho viendo del café hirviendo,
la dentadura en boca ensalivada.

En esto que distingue la gulilla,
gran abertura y lengua descarada.
A punto de creerse ya ingerida
surge de lo profundo carcajada.

¡Un respiro!...¡por Dios, déme un respiro!

Perdido y mudo es el griterío.
Al instante siguiente se convierte
a su pesar, en bolo alimenticio.

Alcanzado, de los dulces feliz limbo,
se percata que no ha sobrevivido.
Se lamenta su tierna y dulce alma:
“¿Por qué me toco a mí si no hice nada?”

Mañana tu textura y tu color
de igual forma han de ser como el jamón
o el tomate o las lentejas o la col.
Lo que importa no es como hayas nacido
sino, al final, en que te has convertido.



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